A la ventana se arrima
y le dice al condenao:
"Déle no más, sin cuidao,
aunque reviente la prima".
El Diablo a gatas tocó
las clavijas y, al momento,
como un arpa, el instrumento
de tanbien templao sonó.
-Tal vez lo traiba templao
por echarla de baquiano...
-Todo puede ser, hermano,
pero ¡oyese al condenao!
Al principio se florió
con un lindo bordoneo,
y en ancas de aquel floreo
una décima cantó.
No bien llegaba al final
de su canto el condenao,
cuando el capitán, armao,
se apareció en el umbral.
Del Campo, Estanislao
Fausto / ilustrado por Oscar Grillo.-1a. ed.- Buenos Aires: Ediciones de la Flor, 2005, pp. 102 ,103.
Toparme con este libro fue uno de los encontronazos más maravillosos y determinantes. Nunca más pude despegarme de él, me zambullí en diferentes versiones, ilustradas, de bolsillo, incomprables, inaccesibles, regaladas, etc...pero absolutamente deslumbrantes por la simplicidad y la espontaneidad con la que Del Campo relata la experiencia de un gaucho disfrutando y padeciendo una ópera en el hoy, doblemente antiguo, Teatro Colón. Las imágenes pertenecen a la versión ilustrada magistralmente por Oscar Grillo, que no sólo ilustra, valga la repetición, el texto, sino que crea un relato visual paralelo, propio y auténtico. A la metáfora y poética verbal, se suma la visual, paralela y simultánea, que surge de las entrañas del poema gauchesco, pero que a la vez evidencia la parodia sin malicia desde una visión contemporánea, que nos convierte en cómplices y espectadores de aquella función a la sala llena, donde convivían mágica y pacíficamente, los porteños y los gauchos, la aristocracia y el pueblo. Esa mezcla identitaria y peligrosa que se evidencia, tal vez como en ningún otro sitio, en un teatro lírico "a la italiana".
El poema gauchesco de Estanislao Del Campo, conocido como "El Fausto Criollo", hizo su aparición durante la segunda mitad del siglo XIX en los periódicos de la época "Correo del domingo" y "La tribuna"· Aquel es la versión que da un gaucho de su experiencia luego de asistir a la representación de "Fausto" en el Teatro Colón, ópera del francés Gounod con libreto de Carriè y Barbier que es, a su vez, versión lírico dramática de la tragedia romántica de J.W. Goethe. El estreno de la ópera de Gounod en Buenos Aires, el 24 de agosto de 1866, se había convertido en un acontecimiento, como afirma Stilman en el prólogo (De la Flor, 2005), "no se hablaba de otra cosa, las funciones del Colón fueron copiosamente comentadas, se la representó para niños en el teatro de títeres, se publicaron traducciones del libreto y aparecieron resúmenes de éste en los periódicos. Del Campo asistió a la función y de regreso en su casa, trabajó toda la noche en el poema "como si temiera olvidar los versos".
"El Fausto criollo" se convirtió en un éxito extraordinario desde sus primeros días. Circulaba en la campaña y en el Colón, lo leían los asistentes a la representación de la ópera francesa; "aprendían sus versos los cantores de la pulpería y los sabían de memoria los próceres de la Legislatura". Quizás por su tremenda popularidad resistió victorioso los embates de la academia, y tal vez aquella es el resultado de haber tocado las raíces de nuestra identidad como pocos, haber superado la falsa dicotomía civilización- barbarie uniendo en un poema los dos mundos que nos habitan y que habitamos a diario, el campo y la ciudad. Es gauchesco por su estilo, su lenguaje y sus personajes, pero la accíón transcurre en el corazón de Buenos Aires. En el antiguo Teatro Colón, dos paisanos orilleros, simpáticos y cordiales, dialogan para nosotros compartiendo un porrón de ginebra. Por momentos Anastasio se olvida de contar la función y nos ofrece sublimes descripciones del amanecer, del anochecer, de la pampa , de la mujer, de Mandinga, de la amistad y de la belleza del mar. Quizás su fuerza radica precisamente en la espontaneidad con la que transmite los sentimientos más simples y auténticos, y el gusto por cantar y contar una buena historia, que pueda ser leída, admirada y recordada por todos.
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