
Otra vez el lienzo alzaron
y hasta mis ojos dudaron
lo que vi...¡barbaridá!
¡Qué quinta! ¡Virgen bendita!
¡Viera, amigaso, el jardín!
Allí se veía el jazmín,
el clavel, la margarita,
el toronjil, la retama,
y hasta estatuas, compañero;
al lao de ésa, era un chiquero
la quinta de don Lezama.
Entra tanta maravilla
que allí había, y medio a un lao,
habían edificao
una preciosa casilla.
Allí la rubia vivía
entre las flores como ella,
allí brillaba esa estrella
que el pobre dotor seguía.
Y digo "pobre dotor",
porque pienso, Don Laguna,
que no hay desgracia ninguna
como un desdichao amor.
Del Campo, Estanislao
Fausto /ilustrado por Oscar Grillo.- 1a. ed.-Buenos Aires: Ediciones de la Flor, 2005, p.74.
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