"El Entreacto de Minerva", de Floricien Rops.
"Arrumacos", de Floricien Rops, aprox. 1857.
Hace uno o dos años atrás, cuando el pelado me regaló este libro de Floricien Rops, que había encontrado en una biblioteca vieja y abandonada, yo no conocía a este artista, pero me atrapaba. No lo había oído nombrar hasta ese momento, no se estudia en las facultades de arte ni circula por los talleres, no es académico ni es vanguardista; es simplemente un gran dibujante. Sus dibujos tienen una gran calidad plástica, destreza, oficio, algo que decir, y la particularidad de emocionar visual y profundamente. No llega por la razón, ni por el intelecto, no hay que pensarlo, no es conceptual, no es moderno; arremete por la precisión de la línea, la calidez del color , el equilibrio compositivo y la manía de mostrar lo que no debía. Tanto me atrapa y me convence, que elegí "El entreacto de Minerva" como imagen de perfil, aquella que define lo que uno piensa y siente, en este caso sobre el arte, y en general, sobre la vida.
No están especificados los datos técnicos de estos dibujos, ni en el libro, ni en su museo; pero por la similitud temática y compositiva es posible que hayan sido realizados en la misma época. "Arrumacos" está fechado en 1857, mientras trabajaba como ilustrador de dos periódicos en Bruselas, durante su período inicial. De nacionalidad belga, fue ante todo un eximio dibujante, además de pintor, grabador y litógrafo. Manejaba con maestría las diferentes técnicas, en sus dibujos utilizaba pasteles, acuarelas y témperas. Obsesionado por la figura femenina, representó a la mujer de su época como el símbolo de la estética del siglo. Focalizaba su atención especialmente en las mujeres de clase baja, trabajadoras, campesinas, prostitutas, cortesanas y aquellas que participaban en los entretenimientos y espectáculos, como el circo y el teatro, que eran consideradas actividades marginales y de mala vida. Perteneció al grupo de los simbolistas de fines del siglo XIX, éstos buscaban la idea por la intuición y la meditación y no confiaban en copiar modelos de la realidad objetiva. Tenían preferencia por los relatos míticos y las leyendas, porque eran ejemplificadores y simbólicos.
El tema representado en esta obra es el encuentro de dos actores fuera de escena, o mejor dicho, detrás de escena, fuera de la ficción, en el espacio que no se ve. El "entreacto" es el intervalo entre dos actos, una ruptura, un descanso, una disyunción, el momento en el que la acción importante se transfiere a otra parte, al lugar que no es visto por el público,que no es exhibido, a la intimidad, a la privacidad, a la realidad ordinaria. "Minerva" es, en la mitología romana, el equivalente de Atenea; era la hija favorita del Olimpo, diosa de la sabiduría y de las artes, protectora de la ciudad, de los héroes, de los guerreros y de los oficios del hogar. Eran sus atributos el casco, el escudo y la lanza; la lechuza ó ave que representa la inteligencia y el gallo que era considerado un animal belicoso. Aquí aparecen el escudo en el piso, como si fuera parte del atuendo de la representación, que acaba de quitarse; el casco lo lleva puesto y sobre él posa un loro, que podría estar ocupando en forma paródica el lugar de la lechuza. Por otra parte, es característico representarla sentada con aspecto descuidado y modesto; como una mujer noble y fuerte, de la casta guerrera, majestuosa y simple, habitualmente con la mirada perdida en sus propios pensamientos, con un aire meditativo. Rops mantuvo todos estos atributos de Minerva y la presenta en una de las escenas más características de la mitología, donde la diosa aparece observada por el sátiro Marsias, un ser híbrido con torso de hombre y cuerpo de caballo, que simbolizaba la barbarie, los instintos y la naturaleza salvaje frente a la civilización y la razón encarnada en la figura femenina. Aquí el personaje masculino con el rostro empastado en blanco, aparece tapándose el cuerpo con el cortinado, como escondiendo su naturaleza.
Sus ilustraciones no eran casuales ni espontáneas, requerían un gran trabajo, tanto técnico como creativo e intelectual; elaboraba bellísimas metáforas visuales basadas en los relatos mitológicos y representadas a través de personajes cotidianos, fácilmente reconocibles por sus contemporáneos. Trasladaba las historias míticas hacia los seres marginales de su tiempo,contaba los grandes relatos de la humanidad a través de las personas que su sociedad condenaba, aquellos que por diferentes motivos estaban del otro lado, del telón, de lo aceptable, de lo socialmente correcto. Su Minerva es una mujer sensual, humanizada, accesible, pero además es actriz, o bailarina o cantante, una profesión absolutamente inaceptable para una mujer decente de aquella época; que le agrega una rotunda realidad sexual a la sabiduría histórica del personaje; y su centauro, ensimismado, detenido en la contemplación de la belleza de su compañera, espiándola por detrás de la cortina, es un payaso, un actor enmascarado, que también realizaba uno de los oficios más despreciados por la sociedad burguesa; y tal vez, nuestro Marsias, no simbolice el mal sino la liberación de la hipocresía y la ruptura definitiva de los convencionalismos. Quizás en el arte no existan los compartimientos estancos, sino que simplemente se trate de un juego de imbricación, en el que los opuestos se necesitan para resignificarse.
Era considerado un gran libertino por los temas que representaba, un obseso por la figura femenina, un lujurioso; sin embargo nada de eso era tan cierto, se construyó una ficción alrededor de sus ficciones visuales. Rops fue un artista brillante y su trabajo tuvo mucha demanda. Irónicamente no fue ni la absenta ni la sífilis lo que le provocó la muerte en 1898, sino el más burgués de los ángeles de la muerte: el exceso de trabajo.
Todas las épocas y las sociedades diferencian el lado aceptable del otro, lo dicho de lo silenciado. En palabras de Susana Rotker: "(...) me obsesiona la soledad de aquellas personas que, presas de acontecimientos que no controlan, de pronto se ven del otro lado y ya no pueden regresar, (...), la fragilidad del destino humano que, de golpe, en un instante, ve su vida cambiada para siempre sin haber tenido voz ni voto (...) basta que hayan salido del espacio doméstico de nuestra civilización, basta que hayan cruzado al otro lado de nuestra tranquilidad, para que la cultura cierre filas y la olvide." Siempre hace falta un artista que las vuelva a poner en primer plano.
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