sábado, 12 de marzo de 2011

Técnica: Pastel.

El desarrollo de la pintura al pastel a lo largo de la Historia del Arte va ligado a la conquista  del dibujo como técnica independiente y no sólo como complemento de la pintura. Su nombre deriva de la palabra pasta, la masa que se forma al mezclar los pigmentos en polvo con la goma que los aglutina. El pastel empieza a utilizarse como un medio seco y rápido de aplicar color al dibujo para potenciar los volúmenes y acercarse a la representación verosímil de la realidad con la aplicación del color, principalmente en el retrato y la figura. En el siglo XVIII ya es una de las técnicas más utilizadas entre los pintores de la corte francesa, y ha dejado de formar parte sólo del dibujo para convertirse en un medio pictórico seco con personalidad propia. A partir de entonces estará presente y participará en todos los movimientos artísticos hasta nuestros días, sin recuperar el protagonismo de antaño.
Si en sus principios el pastel fue un complemento del dibujo en la pintura del retrato, hoy en día  es una técnica que no conoce barreras temáticas, estilísticas ni de concepto. Pintar al pastel permite desarrollar el trazo y jugar con el fundido y la superposición de colores, por sus características es un medio plenamente pictórico, dentro de las técnicas secas, y al mismo tiempo ligado al dibujo. Uniendo el dibujo y la pintura, permite desarrollar técnicas propias del primero, como el trazo y el difuminado, y aspectos propios de la segunda, como la combinación y el estudio del color.
El pastel es un medio pictórico que ha resultado atractivo a infinidad de artistas, tanto por la luminosidad e intensidad del color, debida a la gran proporción de pigmento que las barras contienen, como por la sencillez de su manejo, puesto que no requiere paleta, pinceles ni sustancias diluyentes.
El hecho de que el pastel sea una técnica seca proporciona al pintor la ventaja de la rapidez, ya que no se ve obligado a esperar a que la pintura se seque para aplicar nuevas capas encima. Esta técnica, además, encierra una interesante versatilidad que permite pintar con finas líneas superpuestas, hacer veladuras y también trabajar con empaste y colores saturados.




Hans Holbein, el viejo,  (1465-1524), "Retrato cortesano".
En esta obra se puede apreciar cómo el trazo de dibujo puro se une a la capacidad pictórica del pastel.

Composición: 
                                                
La pintura de pastel está compuesta de pigmento puro, yeso y cola. Con esta mezcla se hace una pasta que se modela para darle forma de barra, y se deja secar. La calidad y el tipo de pastel están condicionados por las proporciones de esta mezcla en la pintura; los pasteles de gran calidad no llevan yeso en su composición, ya que se trata prácticamente de una barra de pigmento puro.
Por esta razón, los colores al pastel son limpios, intensos y saturados; con los que permiten al artista realizar obras de gran contraste y luminosidad.


Soporte:


El soporte adecuado para esta técnica es un buen papel de color uniforme, del tipo Canson o Ingres, porosos, de gramaje medio ó alto; son posibles otros soportes, como lo fueron ciertas telas de seda y terciopelo usados antiguamente, tejidos en los que el pastel se incrustaba con facilidad. Hoy día disponemos de excelentes papeles de color con una amplia gama de matices y variedad de texturas para poder escoger aquel que más convenga a nuestra futura obra, la cual podremos iniciar a partir de la entonación de fondo dada por el papel a elección.



Retrato de Luis XV, Rey de Francia, por Quentin de La Tour.



El pastel en la historia del arte:

Este medio fue mencionado por primera vez por Leonardo da Vinci en 1495. Probablemente la técnica se haya inventado durante el siglo XV en Francia ó Italia y se haya expandido durante el siglo siguiente. El pastel conoció su edad de oro en el transcurso del siglo XVIII, período previo a la Revolución Francesa. Su gran versatilidad, las posibilidades que ofrece para trabajar el color y la capacidad para reproducir fielmente los tejidos, las texturas y las luces fomentó su utilización en el género del retrato.
Fue utilizado por muchos artistas: Charles Le Brun, Robert Nanteuil,, Joseph Vivien, Maurice Quentin de La Tour y Rosalba Carriera, entre otros, éstos últimos son especialmente conocidos por el uso de esta técnica. Quentin de La Tour fue conocido como "el príncipe de los pastelistas", empleó un método de fijación que ha desaparecido. Los retratos y bodegones de Chardin, Perronneaur y Liotard, destacan también en la exploración de esta técnica.
El pastel fue el símbolo del Antiguo Régimen y del estilo rococó que lo caracterizó, ligado a la representación de los monarcas y al estilo de vida asociado a los mismos, cayó en desuso después de la Revolución Francesa, momento en el que se privilegia la pintura al óleo en el género histórico de gran formato. 



Autorretrato de la pintora italiana Rosalba Carriera, sosteniendo un retrato de su hermana, 1715.
Pastel sobre papel.
Galería degli Uffizi, Florencia, Italia.


Mary Cassatt, "Niño dormido", 1910.

Aunque este medio no ha recobrado el papel que alguna vez ocupó en la historia del arte, continuó utilizándose durante el siglo XIX, de manera destacada por los impresionistas (Edgar Degas) y por los nabis (Edouard Vuillard).


Edgar Degas, Arlequin danse, ca. 1890,
pastel sobre papel sobre cartón, 52 x 63 cm, inv. 2707, MNBA.

Degas abordó alternativamente la pintura al óleo, el dibujo, el grabado y la escultura. Se acercó al pastel al debilitarse su visión. Su interés residía en la captura de lo momentáneo, y dentro de las diferentes temáticas que abordó, como las carreras de caballos, el espectáculo de ballet y las escenas de desnudos femeninos en baños,  las bailarinas ocuparon un papel relevante. Éstas plasmaban su búsqueda plástica, basada en la integración de un grupo de figuras en el espacio, el cual está construido otorgándole al espectador un punto de vista privilegiado desde una posición levemente elevada para captar los detalles con mayor nitidez.
En su visión realista prevaleció la captura de un momento íntimo, de un gesto particular, que transmitiera la emotividad de la escena representada. Sus principales objetivos y  las inquietudes en las que centró su atención fueron: la organización de un grupo de figuras en un interior y el estudio de los efectos de la luz artificial combinados con la luz natural. Los recursos que utilizó fueron: acercó los planos, utilizó un enfoque de arriba hacia abajo para favorecer la intensidad descriptiva de la escena, descentralizó la composición, focalizó su mirada en figuras particulares, vistas siempre desde un ángulo oblicuo, muy próximas al espectador, reproduciendo las distorsiones de espacio o de enfoque causadas por los vinoculares que utilizaban los espectadores en este tipo de espectáculos, que todavía hoy se utilizan en los teatros líricos para las localidades más alejadas del escenario.
Hacia 1880, se abocó al manejo del pastel, que le permitió mayor fluidez en el trazo. Logró fundir el color y el dibujo, aplicando el pastel con fuertes toques verticales, que hicieron resaltar la tonalidad mediante el contraste de colores. Utilizó una paleta antinaturalista, azul eléctrico, amarillo cromo, naranjas y rojo. Además de profundizar sus búsquedas expresivas, muestra el revés del mundo glamoroso del espectáculo teatral, representando a las bailarinas como mujeres trabajadoras, que se esfuerzan y trabajan hasta el cansancio  para desarrollar sus habilidades y sólo ocasionalmente logran triunfar.  
 (Fuente: Catálogo razonado. Colección Museo Nacional de Bellas Artes. Vol. 4: Arte Siglo XIX. Parte 2. MNBA. Edgar Degas, por Claudia Turolla y Melania Núñez Santacruz, pp.458-461.)


Edgar Degas, Deux danseuses jaunes et roses (Amarillo y rosa), 1898,
pastel sobre papel, 106 x 108 cm, inv. 7737.




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